Casa del Escucha
Un singular edificio, con una acústica muy particular que le da el sobrenombre, que realmente es la conocida como Casa del Vergel, mandada edificar por el conde a finales del s XVI o comienzos del XVII.
Se cree que fue el conde de Argillo quien ordenó edificar la Casa del Escucha en mitad de la huerta. La casa debe su popularidad a la singularidad que le da nombre (“del escucha”): la sala abovedada tiene una acústica que permite oír la voz de esquina a esquina.
«La Casa del Vergel»
En una fecha indeterminada, pero que tuvo que ser hacia finales del siglo XVI o primeros años del XVII, Antonio Manrique de Lara, conde de Morata por su matrimonio con Ana Martínez de Luna, que era la que poseía el título por derechos de linaje, mandó construir «la casa del berjel de Morata», como se denomina en ese momento, situada «en su huerta o jardín», junto al molino. Por la descripción que se hace de la obra en el documento de contrato o capitulación de la obra, que se concertó con el maestro Pedro Negrete, de Brea, se deduce que se trata de la que hoy conocemos como Casa del Escucha.
En el contrato se estipulaba la construcción de una torre cuadrada de 56 palmos de anchura (de hueco, es decir, por dentro, sin contar con el grosor de las paredes) realizada «con toda perfección y conforme arte», con cimientos hondos y firmes, y sobre ellos cinco paredes, «las quatro forales y una medial», de buen grosor («una vara por todas partes»). El piso bajo sería de mampostería, «hasta enmaderar el primer suelo», que tendría de altura 28 palmos, y el piso alto «se proseguirá de tapia valenciana» 16 palmos de altura más, con pilares de ladrillo en las esquinas y un rafe o alero de seis o siete hiladas de ladrillo con su vuelo. La cubierta se manda hacer a cuatro aguas, con las bocatejas inferiores cerradas «por la seguridad de los vientos».
Todas las indicaciones sobre la obra debían ajustarse a «un rasguño» o diseño que tenía el conde, donde figuraba la disposición de las puertas, ventanas y salas de los dos pisos. Abajo se mandaba hacer una sala grande, cocina y aposento; y en los aposentos altos, con «su buen suelo de algez», «hará una chiminea donde más conviniere para la obra, y algunos almarios o alazenas que Su Señoría le pidirá».
Hacia la parte de adentro de la huerta, se tenía que hacer un fundamento para sostener unas pilastras con sus arcos, para hacer un corredor de 16 ó 18 palmos de alto, con su rafe. En el rincón de la torre debía ir una escalera de seis palmos de anchura para subir a la galería alta. En mitad «del aposento que sube la escalera y el corredor», se mandaba a Pedro Negrete hacer una capilla u oratorio, dejando puerta hacia la alcoba y cocina. La capilla debía ser del tamaño «de una que hay en San Cristóbal en la sacristía», haciendo su bóveda «como aquella o otra mejor que pareziere al dicho oficial», advirtiéndole que tenía que dejar lugar apto para poder colocar en ella un retablo.
Poco tiempo después, en otro documento que tampoco lleva fecha, se acordó llevar a cabo algunos cambios en la obra, que ya estaba empezada, entre otras cosas, respecto de «las quatro bentanas que miran hacia el molino, a retirarlas todo lo que sea necessario para que se pueda hacer la alcoba y oratorio».
(AHPZ, Sección Condes de Morata, P 2375, caja 37, varios legajos y documentos sin foliar)
Texto: Marisancho Menjón, historiadora del Arte